¡Por istas barbas que teño no rostro...! A lo cual acudió Vidriera: -¡Ollay, home, naon digáis teño, sino tiño! Otro traía las barbas jaspeadas y de muchas colores, culpa de la mala tinta; a quien dijo Vidriera que tenía las barbas de muladar overo. A otro, que traía las barbas por mitad blancas y negras, por haberse descuidado, y los cañones crecidos, le dijo que procurase de no porfiar ni reñir con nadie, porque estaba aparejado a que le dijesen -fol. 123r- que mentía por la mitad de la barba. Una vez contó que una doncella discreta y bien entendida, por acudir a la voluntad de sus padres, dio el sí de casarse con un viejo todo cano, el cual la noche antes del día del desposorio se fue, no al río Jordán, como dicen las viejas, sino a la redomilla del agua fuerte y plata, con que renovó de manera su barba, que la acostó de nieve y la levantó de pez. Llegóse la hora de darse las manos, y la doncella conoció por la pinta y por la tinta la figura, y dijo a sus padres que le diesen el mismo esposo que ellos le habían mostrado, que no quería otro. Ellos le dijeron que aquel que tenía delante era el mismo que le habían mostrado y dado por esposo. Ella replicó que no era, y trujo testigos cómo el que sus padres le dieron era un hombre grave y lleno de canas; y que, pues el presente no las tenía, no era él, y se llamaba a engaño. Atúvose a esto, corrióse el teñido y deshízose el casamiento. Con las dueñas tenía la misma ojeriza que con los escabechados: decía maravillas de su permafoy, de las mortajas de sus tocas, de sus muchos melindres, de sus escrúpulos y de su extraordinaria miseria. Amohinábanle sus flaquezas de estómago, su vaguidos de cabeza, su modo de hablar, con más repulgos que sus tocas; y, finalmente, su inutilidad y sus vainillas.

¡Por esas barbas que tengo en la cara...! ¿De dónde viene Vidriera? -¡Ollay, a casa, no tengo nada que decir, avísame! Otro traía las barbas jaspeadas y de muchos colores, culpa de la mala tinte; de quien dije Los vasos que sujetaban las barbas del muladar. A otro, que traía las barbas por mitad y negras, por haber descuidado, y los cañones blancos crecidos, le dijo que procurase de no porfiar ni reñir con nadie, porque estaba aparejado a que le dijesen -fol. 123r-que mentía por la mitad de la barba Una vez me dijo que una señorita era discreta y comprensiva, para que pudiera venir al rescate. sus padres, dio el sí de casarse con un viejo todo cano, el cual la noche antes del día del desposorio se fue, no al río Jordán, como dicen las viejas, sino a la redomilla del agua fuerte y plata, con que renovó de manera su barba, que la acostó de nieve y la levantó de pez Llegóse la hora de darse las manos, y la damisela conoció por la pinta y por la tinta la figure, y dijo a sus padres que le diesen el mismo esposo que ellos le habian mostrado, que No quería otro. Ellos le dijeron que aquel que tenía delante era el mismo que le había mostrado y dado por esposoElla replicó que no era, y trujo testigos cómo el que sus padres le dieron era un hombre grave y lleno de cañas; y que, pues el presente no las tenía, no era él, y se llamaba un engaño Atúvose a esto, corrióse el tratamiento y deshízose el casamiento. Con las dueñas tenía la misma ojeriza que con los escabechados: decía maravillas de su permafoy, de las mortajas de sus tocas, de sus muchos melindres, de sus skrupulos y de su extraordinaria miseria. Amohinábale sus flaquezas de estámoga, sus vaguidos de cabeza, en su manera de hablar, con los más repulgos que tocas; y, finalmente, su inutilidad y sus vainilla