latín

Pro Acolythis ordinandis parentur candelabrum cum cereo exstincto, et urceolus vacuus pro vino, pro Sacramento. Exorcistis ordinatis, Pontifex, reassumpta mitra, accedit ad sedem suam, vel ad faldistorium, in cornu Epistolae, ubi sedens cum mitra, oblato sibi libro, et candela, legit tertium Graduale, vel tertium Alleluia, si sit infra Octavam Pentecostes. Interim a choro cantatur ipsum Graduale, vel Alleluia. Quo finito, surgit Pontifex, deposita mitra, et versus ad altare cantat quartam Collectam. Tum sedet, reassumpta mitra, et cantatur quarta Lectio. Interim accedunt duo Capellani cum libro, et candela ante Pontificem, qui ex eo legit Lectionem ipsam. Quibus dictis, Pontifex revertitur ad faldistorium, ante altare, ubi sedet cum mitra. Acolythi vero vocantur per Archidiaconum: Accedant qui ordinandi sunt ad officium Acolythorum. Et mox nominantur per notarium, ut supra. Quibus coram Pontifice cum candelis in manibus genuflexis, Pontifex admonet eos, dicens: Suscepturi, filii charissimi, officium Acolythorum, pensate quod suscipitis. Acolythum etenim oportet ceroferarium ferre: luminaria Ecclesiae accendere; vinum et aquam ad Eucharistiam ministrare. Studete igitur susceptum officium digne implere. Non enim Deo placere poteritis, si lucem Deo manibus praeferentes, operibus tenebrarum inserviatis, et per hoc aliis exempla perfidiae praebeatis. Sed sicut Veritas dicit: Luceat lux vestra coram hominibus, ut videant opera vestra bona, et glorificent Patrem vestrum, qui in caelis est. Et sicut Apostolus Paulus ait: In medio nationis pravae et perversae, lucete sicut luminaria in mundo, verbum vitae continentes. Sint ergo lumbi vestri praecincti, et lucernae ardentes in manibus vestris, ut filii lucis sitis. Abjiciatis opera tenebrarum, et induamini arma lucis. Eratis enim aliquando tenebrae, nunc autem lux in Domino. Ut filii lucis ambulate. Quae sit vero ista lux, quam tantopere inculcat Apostolus, ipse demonstrat subdens: Fructus enim lucis est, in omni bonitate, et justitia, et veritate. Estote igitur solliciti in omni justitia, bonitate, et veritate, ut et vos, et alios, et Dei Ecclesiam illuminetis. Tunc etenim in Dei sacrificio digne vinum suggeretis et aquam, si vos ipsi Deo sacrificium, per castam vitam, et bona opera, oblati fueritis. Quod vobis Dominus concedat per misericordiam suam. Post haec Pontifex accipit, et tradit omnibus candelabrum cum candela exstincta, quod successive manu dextera singuli tangant, Pontifice dicente: Accipite ceroferarium, cum cereo, et sciatis vos ad accendenda Ecclesiae luminaria mancipari, in nomine Domini. R. Amen. Tum accipit, et tradit eis urceolum vacuum, quem similiter tangere debent, dicens communiter omnibus: Accipite urceolum, ad suggerendum vinum, et aquam in Eucharistiam sanguinis Christi, in nomine Domini. R. Amen. Postea, eis genuflexis permanentibus, Pontifex stans cum mitra versus ad eos, dicit: Deum Patrem omnipotentem, fratres charissimi, suppliciter deprecemur, ut hos famulos suos bene + dicere dignetur in ordine Acolythorum: quatenus lumen visibile manibus praeferentes, lumen quoque spirituale moribus praebeant: adjuvante Domino nostro Jesu Christo, qui cum eo, et Spiritu Sancto vivit, et regnat Deus, per omnia saecula saeculorum. R. Amen. Tum Pontifex ad altare se convertens, deposita mitra et stans dicit: Oremus. Et Ministri: Flectamus genua. R. Levate. Et mox Pontifex conversus ad eosdem genuflexos, dicit: Domine sancte, Pater omnipotens, aeterne Deus, qui per Jesum Christum, Filium tuum Dominum nostrum, et Apostolos ejus in hunc mundum lumen claritatis tuae misisti, quique, ut mortis nostrae antiquum aboleres chirographum, gloriosissimae illum crucis vexillo affigi, ac sanguinem, et aquam ex latere illius pro salute generis humani effluere voluisti, bene + dicere dignare hos famulos tuos in officium Acolythorum, ut ad accendendum lumen Ecclesiae tuae, et ad suggerendum vinum, et aquam ad conficiendum sanguinem Christi Filii tui in offerenda Eucharistia, sanctis altaribus tuis fideliter subministrent. Accende, Domine, mentes eorum, et corda ad amorem gratiae tuae, ut illuminati vultu splendoris tui, fideliter tibi in sancta Ecclesia deserviant. Per eumdem Christum Dominum nostrum. R. Amen. Oremus. Domine sancte, Pater omnipotens, aeterne Deus, qui ad Moysen, et Aaron locutus es, ut accenderentur lucernae in tabernaculo testimonii, bene + dicere dignare hos famulos tuos: ut sint Acolythi in Ecclesia tua. Per Christum Dominum nostrum. R. Amen. Oremus. Omnipotens sempiterne Deus, fons lucis, et origo bonitatis, qui per Jesum Christum Filium tuum, lumen verum, mundum illuminasti, ejusque passionis mysterio redemisti, bene + dicere dignare hos famulos tuos, quos in officium Acolythorum consecramus, poscentes clementiam tuam, ut eorum mentes, et lumine scientiae illustres, et pietatis tuae rore irriges; ut ita acceptum ministerium, te auxiliante, peragant, qualiter ad aeternam remunerationem pervenire mereantur. Per eumdem Christum Dominum nostrum. R. Amen. Post haec, suggerente Archidiacono, ordinati redeunt ad loca sua.

español

Para la ordenación de los Acólitos se prepara un candelero con la vela apagada, y un cántaro vacío para el vino, para el Sacramento. Una vez ordenados los exorcistas, el Pontífice, tomando nuevamente su mitra, se dirige a su asiento, o al redil, en el cuerno de la Epístola, donde, sentado con su mitra, le ofrecen un libro y una vela, lee. el tercer Gradual, o el tercer Aleluya, si está por debajo de la Octava de Pentecostés. Mientras tanto, el coro canta el propio Gradual, o Aleluya. Terminado esto, el Pontífice se levanta, deja su mitra y, hacia el altar, canta la cuarta Collecta. Luego se sienta, retoma la mitra y se canta la cuarta lectura. Mientras tanto, dos capellanes se acercan con un libro y una vela ante el Pontífice, quien lee en él la propia Lectura. Dicho esto, el Pontífice regresa al claustro, ante el altar, donde se sienta con su mitra. Los acólitos son llamados por el Archidiácono: Que los que van a ser ordenados vengan al oficio de Acólitos. Y pronto son nombrados por el notario, como arriba. Arrodillándose ante el Pontífice con velas en la mano, el Pontífice les amonesta diciendo: Asumiréis, queridos hijos, el oficio de Acólitos, pensad en lo que estáis emprendiendo. En efecto, el acólito debe llevar el candelero: encender las lámparas de la Iglesia; ministrar vino y agua a la Eucaristía. Esforzaos, pues, en cumplir dignamente el deber asumido. Porque no podréis agradar a Dios si, prefiriendo la luz que tenéis en vuestras manos a Dios, sirvéis a las obras de las tinieblas y con ello das ejemplo de infidelidad a los demás.Pero como dice la Verdad: brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Y como dice el apóstol Pablo: En medio de una nación perversa y pervertida, resplandezcan como lumbreras en el mundo, sosteniendo la palabra de vida. Estén ceñidos vuestros lomos, y lámparas encendidas en vuestras manos, para que seáis hijos de la luz. Desechad las obras de las tinieblas y vestíos con las armas de la luz. Porque antes erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz. Lo que en verdad es esa luz, en la que el apóstol tanto enfatiza, él mismo lo demuestra sometiéndolo: porque es fruto de la luz, en toda bondad, justicia y verdad. Por tanto, procurad con toda justicia, bondad y verdad, que podáis iluminaros a vosotros mismos y a los demás, y a la Iglesia de Dios. Entonces, ciertamente, en el sacrificio de Dios ofreceréis dignamente vino y agua, si vosotros mismos habéis sido ofrecidos en sacrificio a Dios con una vida casta y buenas obras. Que el Señor os concederá mediante su misericordia. Después de esto el Pontífice toma y entrega a todos el candelabro con la vela apagada, que cada uno toca por turno con su mano derecha, diciendo el Pontífice: Tomad el candelero, con la vela, y sabed que tenéis el encargo de encender las lámparas de la Iglesia, en el nombre del Señor. R. Amén.Luego toma y les entrega un cántaro vacío, que ellos también deben tocar, diciendo en común a todos: Acepta el cántaro, para sugerir el vino y el agua para la Eucaristía de la sangre de Cristo, en el nombre del Señor. R. Amén. Después, mientras todavía estaban arrodillados, el Pontífice, de pie con su mitra hacia ellos, dice: Imploramos a Dios Padre Todopoderoso, queridísimos hermanos, que se digne llamar buenos + a estos sus servidores en el orden de los Acólitos: por cuanto prefieren la luz visible a sus manos, también proporcionen luz espiritual a su comportamiento: con el complemento de nuestro Señor Jesucristo, que vive con él y el Espíritu Santo, y Dios reina por los siglos de los siglos. R. Amén. Luego el Pontífice, volviéndose hacia el altar, dejando su mitra y poniéndose de pie, dice: Oremos. Y los Ministros: Doblamos nuestras rodillas. R. Levante.E inmediatamente el Pontífice se volvió hacia los que estaban arrodillados y dijo: Santo Señor, Padre todopoderoso, Dios eterno, que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, y sus apóstoles enviaste a este mundo la luz de tu gloria, y que, para borrar el antiguo manuscrito de nuestra muerte, le pusiste el estandarte de la gloriosísima cruz, y sangre y agua de aquel lado que quisiste brotar para la salvación del género humano, era bueno + decir que dignificarías a estos servidores tuyos al oficio de Acólitos, para para encender la luz de tu Iglesia, y para sugerir vino y agua para preparar la sangre de tu Hijo Cristo en la Eucaristía para ser ofrecida, que suban fielmente tus santos altares. Enciende, oh Señor, sus mentes y sus corazones al amor de tu gracia, para que, iluminados por el rostro de tu esplendor, te sirvan fielmente en la santa Iglesia. Por el mismo Cristo nuestro Señor. R. Amén. Oremos. Santo Señor, Padre todopoderoso, Dios eterno, que hablaste a Moisés y a Aarón, que se encendieran las lámparas en el tabernáculo del testimonio, bueno es + decir que estos son tus siervos, para que sean Acólitos en tu Iglesia. Por Cristo nuestro Señor. R. Amén. Oremos.Dios todopoderoso y eterno, fuente de luz y fuente de bondad, que por tu Hijo Jesucristo, luz verdadera, iluminaste al mundo y redimiste el misterio de su pasión, es bueno + decir que estos siervos tuyos, a quienes consagramos al oficio de Acólitos, pido vuestra clemencia, que sus mentes, e ilustres con la luz del conocimiento, y rociadas con el rocío de vuestra piedad; para que realicen el servicio así aceptado, ayudándote, como merezcan alcanzar la recompensa eterna. Por el mismo Cristo nuestro Señor. R. Amén. Después de esto, a sugerencia del Archidiácono, los ordenados regresan a sus lugares.

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